Bitácora personal de Fátima Portorreal

Archivo para abril, 2009

El nombre del Padre se antepone al entendimiento

Por: Fátima Portorreal, Antropóloga Social.-

Los acontecimientos del 21 de abril de 2009 serán recordados por todas las mujeres y los hombres del país. El artículo 30 pasará a la historia del horror, así como lo es el paralelo 38 para la memoria de Corea.

La aprobación del referido artículo en el que arbitraria e inconstitucionalmente se le confiere personería jurídica al óvulo fecundado o al feto nos sitúa en una “nueva época” de la mano de la postmodernidad ricardiana neoliberal. Pero acompañadas de una Carta magna que guiará a la nación soñada no en los burdeles de la Duarte, sino en las mancebías y los conciliábulos de la calle Isabel la Católica.

“¡Nueva Era!” gritan unos, “¡Progreso!” otros. Así son los intereses de la representación y de la legitimidad puesta en escena en el nefasto salón donde se reunieron los/as asambleístas aunados en el esfuerzo de servir a la patria.(y algo más).

Pensaba en la tranquilidad de mi habitación sobre la Moral y de qué se compone ésta. Recordé entonces la reflexión del filósofo francés Gilles Deleuze (1925-1995), y lo cito para aprovecharme de tan interesante acompañamiento:

“…la verdadera moral no consiste en cambiar la naturaleza humana, sino en inventar condiciones artificiales objetivas tales, que los malos aspectos de esta naturaleza no puedan triunfar. Esta invención ha de ser política y nada más que política” (Deleuze, 1981).

Cabe preguntarme en qué medida puedo encontrar justificación o quizás explicación a la votación de los/as asambleístas que defiende el derecho a la vida de un óvulo fecundado o de un feto, y de abolir los derechos de las mujeres, justificando la moral religiosa por encima de los indisolubles conceptos que tanto se han proclamado triunfantes desde el siglo 19, tales como la secularización, el progreso en el conocimiento y la primacía de lo razonable.

¿Dónde situar este recurso político que no es nuevo dentro de nuestra sociedad, en que el Estado de Derecho de las mujeres se sitúa por debajo de una mórula formante, dado que esa modernidad se complica con las mujeres en el momento en el que nos separan del resto de los mortales: el de la reproducción.

La exclusión ha sido clara en el artículo 30: somos simple receptáculo, por dictado del fantasma del Padre para criar los/as trabajadores/as de la patria; no así sujetos de derecho con capacidad de tomar decisiones por nosotras mismas.

Acaso, ¿hay posibilidades de respuestas? Sí. Toda constitución es un pacto de las fuerzas sociales y políticas. ¿Por qué no identificarlas y analizarlas? ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Tal vez al totalitarismo religioso o Estatal, a la tiranía teocrática? ¿O no habrá sido esta nuestra oculta forma de desgobierno por más de 500 años? ¿No será esta la verdadera raíz de nuestra involución?

Estas son señales inequívocas de un pacto represivo y punitivo para controlar el cuerpo de las mujeres y sujetarlas con una mordaza para suprimir su representación y los logros alcanzados con tantos sudores y lágrimas.

El nombre del fantasma del Padre se antepuso al entendimiento. ¿Qué fuerzas morales nos cuestionan? Quizás pueda sugerir algunas al plantearme que éstas se complican en la representación masculina, y en el apabullante poder de los/as asambleístas y de un Estado que se alimenta a sí mismo con el clientelismo, las dispensas, los oportunismos, las prebendas y una fe religiosa de catálogos o de postalitas.

Tal como la expusiera públicamente el Presidente de la Asamblea Revisora Reynaldo Pared Pérez, cuando comentó sobre su “caluroso cariño por los Salesianos”, antes de iniciar con la lectura del proyecto de Ley Constitucional dentro de los salones, democratizado por las palabras de tantas generaciones de hombres y mujeres.

Inmiscuirme en el campo de la política republicana bañada de burocracia, centralización, desigualdades, engreimientos y de una fastuosa devoción por todo lo que huela a sotana, es referirme a un punto importante.

Estamos presenciando el tránsito de una sociedad tradicional a una moderna. O quizás estamos observando un escenario interesante en el que ese tránsito que va cargado de racionalidad, no viene dado por la sustitución de la religión y de la metafísica por la ciencia, sino todo lo contrario.

Ese tránsito viene dado por un reconocimiento de valores cristianos totalitarios que indefectiblemente deben ser reconocidos por todos/as los/as actores/as en una acción que asegure no sólo la continuidad del corrupto poder político, sino también la salvación eterna.

Si toda invención ha de ser política y nada más que política, ¿dónde podemos situar a las mujeres dominicanas con el famoso artículo 30, que dice que “El Derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte”?

La respuesta ha de expresarse claramente: esta invención política define y confirma la ABOLICION de los derechos fundamentales de las mujeres dominicanas. En puridad, nuestros/as honorables asambleístas nos sometieron a la obediencia, a la maternidad controlada desde los altares y a la aceptación de la autoridad del Príncipe y del Gran Inquisidor.

Pero no hay mal que dure cien años…