Bitácora personal de Fátima Portorreal

Archivo para noviembre, 2011

Ágora o la falsa ilusión del discurso del otro

Ágora o la falsa ilusión del discurso del otro

 

Fátima Portorreal

Hace una semana presencie el espectáculo moral de un grupo de figuras influyentes de República Dominicana que bajo los principios de la argumentación formalizada del lenguaje, ejercían como “libres pensadores” de la democracia liberal. Todo discurrió feliz. La  ciudadanía requisada por tantos soliloquios permanentes se “empodero” con un personaje central, a  pesar de la falacia perpetua de nuestra ya amarillenta morada. En fin reputaron y respaldaron las narraciones de la diversidad, bajo las fornidas arboledas del Jardín Botánico Nacional.

Que grato fue para el Estado dominicano reunirlos de nuevo para escuchar los  viejos y gastados discursos de solicitudes añejas que nunca toman en cuenta. Cuanto agradecimiento tiene la oficialía morada que está atravesada actualmente, por la no disposición del Fondo Monetario Internacional de aceptarles nuevos plazos por violación de promesas. Se les secan, las horas buenas, por eso es notoria la alegría dentro del ágora, ya que estos discursos acabarán en los archivos históricos y en sus relevantes citas textuales en los areópagos citadinos o internacionales.

Hoy  lo nombran,  los acuerdos de Santo Domingo. Pero ya nadie se traga el cuento. Asumidas están las dispensas, los acuerdos,  las revisiones, la condicionalidad de la historia, las promesas electorales, los endeudamientos impagables, las seis líneas nuevas del metro, los ya “legales” robos del erario público, o la tan aclamada  reformas del Estado.

¿Volver al ágora? o a la falsa ilusión del discurso del otro. Ya todos sabemos que esto es parte de una vieja historia que fortalece, la persistencia de ciertas élites intelectuales de seguir con estos juegos del lenguaje. No obstante, es interesante observar, la dinámica social que perpetúa la agónica razón. Hoy  patrimonio  vocacional  de una ciudadanía que todavía cavila sobre la autonomía del pensamiento  occidental. Cuan austero se veían debatiendo los problemas nacionales y que envidiable racionalidad, mientras los otros, los pobres, “los sobrinos de Rameau”, batallan en los barrios con cuchillos y pólvora por los espacios del cartel o las citaciones rosas que las prudentes trabajadoras sexuales acunan para sofocar la fuerza de la virilidad.

¿Apoyan  el discurso del otro?, no me lo creo. La democracia es un terraplén endeble que cualquier agüita, licua.  Ni la vieja escuela de Frankfurt con las diligentes reflexiones de  Adorno y su  apoyo irrestricto a la aceptación de un pensamiento colectivo justifican esta reunión de notables.  Como base, su dialéctica negativa considera como no posible, una total conceptualización de la realidad, ni mucho menos, sin aquellos discursos y acciones que Foucault llama  “lo de la alteridad”.

Ya nadie cree que lo comunicacional basta para formular cambios. Para la escisión, la razón argumentativa  de las élites no es necesaria. Estoy segura que van aparecer otros discursos y  acciones desgarradas que no van a responde al  ágora. Se distinguen, porque no  conseguirán ser confinados o encerrados, pues  emergen como la sombra. Algunos lo sitúan con el “ente social y moral” que se levanta día a día, sin saber si almorzará, o refieren que se trata de un comediante que está mejor dotado de pulmones para hacerse oír.

En fin, pueden ser aquellos que aparentemente justifican la libertad de los enriquecidos o los que refractan los principios de razón y que de cuando en cuando, aflora su lucidez e irrumpen con nuevos criterios éticos. A decir de un modernita como Diderot,  la presencia desgarrada se abre paso y no necesita de nuestras argumentaciones éticas.

La Crisis del «Matátan»

La crisis del “Matátan”

 

 

Fátima Portorreal
Dice Borges que en ocasiones el sol agoniza mientras las manos se acercan al amor. Así discurre la tarde, porque no basta con ser valiente ni recitar discursos políticamente extravertidos o recitar formas que curiosamente proponen los protocolos de la corrección, si no se enuncia la identidad que denota humanidad.

Hoy quiero escuchar al “Matátan”, ese que día a día se enfrenta en la urbe de la ciudad a un pandemonio de mentiras, leyes nuevas, regaños, frustraciones, deseos y conspiraciones contra el poder que otrora le otorgaron los antiguos.

Quiero hablar de ese hombre que atemoriza a las mujeres, la golpea, amenaza consuetudinariamente o las mata, sin que el policía, los juristas o poderes fácticos puedan neutralizarlo. Es un hombre con una distinción sexuada, pobre o rico que busca llenar sus esperanzas de vacio con el aquí y el ahora que despierta la piel y la cultura de la represión patriarcal y el fastuoso poder.
Es el sujeto que tiene miedo al hambre, a perder su puesto en el taller, el banco o en la esquina. Es el mantenido de la madre, la abuela y las mujeres. Es aquel privilegiado de la calle o la oficina, que aparentemente no es vulnerable a la crisis económica, pero que vive día a día tratando de buscar un montón de billetes para igualarse a los hombres de cuello blanco (funcionarios, políticos partidistas, congresistas, banqueros, etc.). Es aquel que logra el poder transgrediendo las leyes o asumiendo una falsa representación de los otros. Es el quiere más, porque la historia divinizó la masculinidad en la cruz y en los representantes que lo nombran.

Es el que copula como no hay otro. Es el poseso de la cultura, que justifica “la pela” alegando orden, carisma, seguridad o institucionalidad. Es el que bajo la incertidumbre e inseguridad busca a las mujeres para lastimarlas o culparlas, fiel a la memoria que enarbola el orden paterno.

Es el que sigue la tradición del Pater Familia, acepta como irrevocable la poliginia y no cuestiona la juntadilla de las pandillas que alimentan el desempleo, los salarios indignos, la desnutrición, la falta de educación, la falta de atención médica, las múltiples caras de la delincuencia y el clima de inseguridad.

Es aquel que se escucha amenazando a la esposa, porque no atiende sus requerimientos vitales (ropa limpia, alimento, dinero, obediencia y monogamia absoluta), ya porque trabaja en la fábrica durante el día o se cuaja en las noches con los críos. Es aquel que viaja constantemente y no da explicaciones de los gastos presupuestarios.

Es aquel que agoniza cuando tiene que ceder su puesto a favor de una supuesta democracia representatividad. Es el pobre sabueso que no deja de reflexionar sobre la hacienda pública, la deuda externa y que justifica legalmente sus acciones, a causa de que tienen un fin: la reintegración social, el orden familiar, el control del partido o la continuidad del poder.
Es el que dice que hay que “vigilar y crear leyes” para defender a las mujeres. Es el que denuncia las violaciones, asiste a las caminatas que repudian la violencia contra la mujer, mientras oprime a la novia o esposa, repudia a las mujeres mayores, seduce a las jóvenes, no da manutención a los hijos e hijas, tiene varias amantes y asume el Poder sin importarles las libertades públicas o privadas. Es aquel que legisla y se honra con la misoginia de los clérigos y artesanos del imperio. Es el que gobierna por encima de la ley alegando representatividad.
Es el canalla que tiene que construir discursos nuevos para confundir a las mujeres de su partido o a las ilusas que todavía creen que bajos los entandares políticos, el patriarcado se romperá y se abrirán nuevas formas sociales y culturales.
Es el que está en crisis, porque no puede entender el alboroto de las mujeres que se niegan a seguir la lógica del Príncipe y se proponen tomar el poder desde una nueva ética. A decir de hoy, la racionalidad instrumental del “Matátan”  se agota y es innegable que contagia su vértigo hasta en la propia justificación del fin. Hoy el “Matátan” pierde el sentido, su verdad controladora y represora se fragmenta, a través de instituciones y prácticas discursivas que promueven las mujeres. Hoy el “Matátan” está en crisis.